Tumor formado por melanocitos, células pigmentarias normales de la epidermis y la dermis.
Es uno de los tumores más malignos que existen, su incidencia está aumentando de forma alarmante en las últimas décadas, posiblemente por aumento en la exposición al sol. Otros factores de riesgo son la piel clara (rubios y pelirrojos) con dificultad para broncearse y facilidad para quemarse, los antecedentes familiares de melanoma, tener más de 50 lunares de diámetro mayor de 2 mm y los nevus (lunares) atípicos o congénitos o gigantes.
Existen cuatro formas clínicas: de extensión superficial, lentiginoso maligno, lentiginoso de partes acras y nodular. Los 3 primeros persisten en crecimiento superficial durante un tiempo (pueden extirparse antes de producir metástasis); el nodular crece verticalmente (en profundidad) y produce metástasis desde el principio. Debe infundir sospechas todo lunar o peca que cambie de tamaño, de color o de patrón de pigmentación. El sangrado, la ulceración y el dolor son signos tardíos, no se debe esperar a tenerlos para acudir al médico.
El pronóstico depende básicamente del tamaño del tumor primario cuando se extirpa (96% supervivencia a 5 años si es menor de 0,7 mm, 47% si es mayor de 4 mm). La extensión regional (ganglios linfáticos) y sistémica (hígado, pulmón, huesos, cerebro) son signos de mal pronóstico.
El tratamiento se basa en la escisión quirúrgica radical de la lesión primaria. Se ensayan múltiples tratamientos (en fase experimental), especialmente basados en la inmunoterapia, para el paciente con metástasis.
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